lunes, 10 de noviembre de 2014

Porque el primer amor, jamás vuelve...

¿Qué sabe la chica triste de finales felices? ¿Qué enseña de alegría cuando la oscuridad inunda su alma? Con la fuerza de un torbellino y la paciencia de la sabiduría, sola y su alma triste baila los compases monótonos y sufridos de aquella vida prestada.
Todos sus poemas portan las palabras de él, sus recuerdos y dolencias, la soledad en compañía y el amor tortuoso que marcó las profundidades de aquella alegría inocente y rozagante. “Juntos por siempre”, ella lo repitió tanto y en un momento no lo creyó nunca más. Porque quien quiera quedarse junto a ella deberá repararla y, ¿quién querría hacerlo?
Abrazada a la tristeza de aquellos ojos negros que hoy ya no la miran, sola y triste. Porque el éxito es frío y ella lo tiene, tiene las palabras, los halagos, las sonrisas y el enorme vacío del talento y el éxito cuando se está en soledad. De tanta alegría y color, nada está dentro, ella solo es la estructura, lo demás… se lo regaló al amor.

Nadie le presta alas otra vez, ni sonrisas sinceras. Los oídos son huecos, escuchan sin atender, y los ojos son superfluos, no ven nada verdadero. Alguna vez volvieron a abrazarla, a tocarla, a besarla y todo aquello nunca llegó a su esencia, porque su alma está en otra parte, con otra persona, en otro tiempo. A veces sonríe, pero no recuerda el sonido de una risa verdadera. Ya no es la misma, porque el primer amor jamás vuelve, jamás se queda, jamás te devuelve todo lo que has entregado, creces e intentas olvidar, pero se ha llevado lo mejor.