domingo, 11 de mayo de 2014

Cada día vives aterrado por algo nuevo.

¿Sabes por qué amo la lluvia? Porque identifica lo que soy, lo que fui. Mi esencia, mi karma, mi destino.

Puede ser fuerte, una tormenta arrasadora que destruye lo que alcanza, que aterra lo que no encuentra y que dura lo que el peso de su ira determine. Así es una sombra hambrienta, furiosa, luchadora, ambiciosa, vengativa, dura y fría. Una lluvia de invierno. 
Así mismo una llovizna es totalmente lo opuesto. Débil y silenciosa, lenta y duradera, estancada, monótona, aburrida, fresca, pero insignificante si no trae con sí una tormenta. Una persona rutinaria, débil, triste de sí, aburrida, manipulable. La sutil forma de sentirse entre Dioses & Monstruos, siendo devorada, lentamente.

La lluvia es los dos polos, fría y caliente, lenta o rápida, furiosa o triste, duradera o fugaz, pesada o liviana, sucia o limpia. Día o noche. Casi como una persona distante o cercana, soñadora o monótona, vengativa o negativa, rutinaria o aventurera. Una persona que escribe para bien en el libro de alguien o una que lo hace para arrancarse la hoja por miedo a jamás volver a escribir algo igual.

El miedo no existe para la lluvia, tal vez esa sea la diferencia. Siendo humano, no puedes contraerte de sentir miedo. En cierto punto, cada día vives aterrado por algo nuevo. A veces te liberas, a veces te atas.

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