Después de que el mundo juzgue nuestros actos, podremos ir al infierno a tomar whisky y correr en círculos como si fuera placentero ser idiota. No lo sé, quizás sí lo seamos y sí sea placentero. Estoy tocando una cabeza que no es mía, presiento que todo esto ha acabado en un mundo de colores donde mi cabeza estallará y todo será realmente mejor.
Estoy pensando en cortarme los dedos, no lo sé. Estoy imaginándome muerta, allí donde todo mundo puede patear mi cabeza y decir que fui un fracaso, ¡Está bien! Sinceramente, podré tener las ganas suficientes de cantarles en sus caras que mi trasero va tomando éxito a cada palabra.
Si los gritos no se oyen, prefiero callar y sentarme a mirar como todos gritan. Se vuelve divertido y no me molesta reír de alguien más, justamente ahora. Estoy sintiéndome estúpida, sola, abandonada, pero recuerdo que algo de mi dignidad está guardada en mi bolsillo, ¡vamos!
Estoy viendo el futuro en tus ojos, dolor, oscuridad, ¡cómo no matar las esperanzas, luego! Entonces una guitarra comienza a sonar al compás alocado de una canción de rock que te eriza la piel. No dudo en decir cosas locas, en filosofar sobre el dolor. No me importa mucho la gente, ¡diablos! Cada vez estoy más cerca de querer más. Cada vez quiero dolor y desesperanza. Lo lamento, pero mis confesiones comienzan a causar alboroto, ¡Se cierra la sesión!
Comienzan a seguirme, atándome de los pies, corriendo a mi lado y desesperados por tumbarme los cuchillos se clavan en mi mente, ¡auch! Jodida conciencia, jodido dolor. Estoy empezando a querer dispersarlo todo y fumar delante de sus cabezas mi victoria.
Es una historia de como el dolor te come, te absorbe. Déjalo ir, déjalo estar lejos.
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